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Barcos hundidos. O tesoros bajo el mar

Barcos hundidos. O tesoros bajo el mar

barco hundido

En los fondos marinos de todo el mundo miles de barcos hundidos. La cifra exacta es difícil de saber… Lo que está claro es que son muchos, muchísimos los barcos que han quedado atrapados bajo las aguas…
Este «problema» no es relevante para nadie hasta mediados del siglo XX, cuando el ser humano cuenta con las capacidades y herramientas necesarias para rastrear los fondos marinos.

Algunos de esos barcos son verdaderos tesoros bajo las aguas. Y es que los hay que albergan en sus bodegas, hoy carcomidas por las algas, botines de valores nada despreciables, algunos incalculables.
Son también mudos y ocultos testigos de la historia militar, política y cultural. Sin embargo, poco se sabe de ellos: ¿cuántos hay en realidad? ¿qué dice la ley de ellos? ¿cuál es su valor?

Los barcos hundidos, llamados pecios, son muy preciados por empresas que buscan esos tesoros que guardan bajo las aguas para obtener el máximo beneficio.

Un pecio es cualquier embarcación que se encuentra varada en los fondos marinos u oceánicos. Ya sea una simple barca o una embarcación mayor. Ciertamente no tienen el mismo valorY en cuanto al estatus legar de cada uno, es difícil definirlo, ya que depende, entre otras cosas, de si su propietario está o no en condiciones de reclamarlo.

Pero, ¿de quién es el tesoro si lo encuentra?
Este es un tema un tanto espinoso, ya que ni Estados, ni propietarios, ni cazatesoros han llegado a un acuerdo
Existen diferencias entre barcos públicos y privados. Estos últimos son los que más interés generan en los cazatesoros; los segundos por lo general poseen un mayor valor, pero su acceso es más complicado. Y es que los propietarios pueden morir y las empresas desaparecer, pero los estados son mucho más estables.
También hay controversia entre quién es es el propietario o quien flotaba el precio y dónde se halla.

En el caso de España, lleva catalogando e identificando a los miles de barcos hundidos a lo largo de los siglos

Con el fin de poner remedio al problema, o al menos atajarlo, la convención de la UNESCO, unida a la legislación particular de los estados para proteger sus barcos, ha establecido que aquellas piezas de alto valor histórico no puedan ser asaltadas por los cazatesoros. A veces no se consigue porque no siempre esto es respetado, pero como en el caso del tesoro de Nuestra Señora de las Mercedes, la legislación internacional y local termina dando la razón al estado en cuestión. En este caso, la disputa, que duró años, acabó permitiendo que España recuperara un valiosísimo tesoro acopiado por la empresa Odyssey cerca de la bahía de Cádiz.